
Creo que todos anhelamos iniciar un tiempo de introspección en el que suceda política de entendimiento. Ya no menos tensa, sino del todo flexible, cordial, verdadera, sensata y crítica consigo misma. En definitiva: Sabedora que es la única vía. Porque la política en su esencia es, y debe ser, una acción humana de relación social. Luego un punto de encuentro, es obvio. Aunque hace tiempo el debate parlamentario ha dejado de ser una práctica sana como antaño para ser sustituida por tribunales encargados de resolver.
Pero no hay manera de encontrar la calma dentro de la algazara. Tal vez porque los oficiales que pilotan las naves (independientemente del color de su pabellón) no sepan, o no quieran perder ni tan siquiera un ápice de barlovento para reducir la escora y convertir de esta manera la navegación en más amistosa.
Como resultado de esa incómoda singladura no hay manera de ventilar el aire viciado de la sentina política española porque barloventeamos, y las olas salpican copiosamente la cubierta de la nao. En consecuencia las escotillas de los buques que se hostigan y se dan caza permanecen cerradas para prevenir los rociones de mar pero obstaculizando, al mismo tiempo, lo que tanto hace falta: que circule la brisa con libertad renovadora por las cubiertas inferiores. El desenlace es que la atmosfera se torna más y más irrespirable con el paso del tiempo.
Pero por lo visto, mientras tanto, lo único que da resultado es la táctica de marear la perdiz antes que cambiar el rumbo.
¡Hasta el próximo post!